El obispo de Mallorca, monseñor Sebastià Taltavull, oficiará una misa en la Catedral por el centenario de la muerte de Madre Alberta, fundadora de la congregación Pureza de María, este miércoles 21 de diciembre a las 11 horas. Alberta Giménez Adrover (1837-1922) fue una mallorquina universal: venerable de la Iglesia por Juan Pablo II en 1886 e hija ilustre de Palma y Pollença. Su obra educativa reúne a 45.000 estudiantes en 30 colegios, institutos y universidades de Europa, África y América. Uno de ellos es el Centro de Enseñanza Superior Alberta Giménez (CESAG), que imparte en Palma siete grados oficiales de la Universidad Pontificia Comillas.
Las actividades previstas por la congregación incluyen también la preparación de un musical internacional sobre su vida que se estrenará el 23 de abril en el salón de actos del colegio Madre Alberta. Así mismo, se editarán dos nuevos libros: Soy tu Pilar. Memorias de mi abuelita, una novela de la religiosa de la Pureza Vanesa Guerrero (editorial San Pablo), y un estudio de la profesora del CESAG Blanca Ballester, aún por imprimir, donde se analiza la obra literaria de Alberta Giménez.
Giménez muestra una trayectoria singular. Pedagoga renovadora y de prestigio en la Mallorca de la segunda mitad del siglo XIX; casada, con cuatro hijos (de los que solo uno, Alberto, alcanza la vida adulta), alcanzó la vida religiosa tras fallecer su marido, y aceptar en 1870 el encargo del obispo Miquel Salvà de reformar y revitalizar la obra del Real Colegio de la Pureza. Era una institución educativa fundada en 1809 bajo el patronazgo e impulso del obispo Bernat Nadal, de ideas liberales. El Colegio fue la enseña de la incipiente educación femenina en Palma que había ido a menos con el paso de las décadas, reflejando el agotamiento del modelo educativo del Antiguo Régimen.
Giménez, una de las maestras pioneras con título oficial, transformó radicalmente el colegio de la Pureza, de forma que también albergará durante 40 años (1872-1912) la primera escuela oficial de formación de maestras de Baleares, de la que será directora.
Impulsora de la congregación de Pureza de María como vía para consolidar y hacer crecer esta magna obra educativa (1874), como directora de la Escuela Normal Femenina será funcionaria e integrante de la Comisión Provincial de Instrucción Pública. Las primeras generaciones de docentes que formará transformarán la realidad educativa de las Islas, tanto las escuelas públicas como las católicas, de forma muy plural. Estudió y adaptó a la realidad insular las últimas tendencias de la pedagogía del momento.
Con la ayuda de los visitadores diocesanos Tomás Rullán (fallecido en 1889) y Enrique Reig (1858-1927), luego cardenal arzobispo de Toledo y senador, la obra de Pureza de María se consolidó y se extendió, primero en Mallorca, con los colegios de Valldemossa (1880) y Manacor (1892), y a partir de 1899, hacia Valencia y Tenerife. En 1901, se produjo la aprobación pontificia de las constituciones de Pureza de Maria, lo que dio un nuevo impulso a la joven congregación, que adoptó un modelo de espiritualidad ignaciano.
Giménez es un modelo de exigencia y de capacidad de servicio, tanto a la Iglesia como a la educación. Vivió en carne propia el sufrimiento y el dolor por la pérdida de sus seres más queridos -su marido, sus hijos, alguna de sus primeras compañeras de comunidad-, pero ese padecimiento no la quebró, sino que se convirtió en trampolín que la proyectó a un futuro de grandes obras y de servicio a los demás. Al conocer su vida, se puede entender el semblante serio con el que aparece en muchas de las fotografías que se conservan. Pero no se engañen, su seriedad y profesionalidad no le impedía ser tierna, amable, compasiva y empática con todo aquel que acudía a ella. “No nos daremos importancia mostrándonos orgullosos o poco amables con los demás”, decía Alberta Giménez, para quien “la esperanza hace fácil lo imposible”.