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Actual delegado de la Agencia Efe en Baleares, Miguel Frau Rovira (Palma de Mallorca, 1959) ha relatado a los estudiantes del CESAG sus dilatadas experiencias en el periodismo de guerra, que trufó con multitud de anécdotas personales.
Desde el conflicto tamil en Sri Lanka, a su entrada furtiva en el Kurdistán iraquí en la segunda Guerra del Golfo, después de negarle el visado, y su posterior encuentro y detención por milicianos del PKK (kurdos turcos), y cómo vivió en primera línea la entrada de las tropas estadounidenses en Tikrit, el último feudo de Saddam Hussein. Un desplazamiento que realizó con la información (errónea) de que los aliados ya habían entrado en la ciudad el día antes. También describió la vivencia de un asedio de 14 días junto a rebeldes birmanos que acabó con una cobertura informativa posterior mínima. Tres ejemplos de un recorrido que le ha llevado también a los conflictos de Afganistán, Timor Oriental o Camboya (dio la primicia mundial de la muerte del líder de los khemeres rojos, Pol Pot), lo que le valió el Premio Ortega y Gasset de periodismo en 1999 al mejor trabajo de investigación.
Aun así, destaca que es más fácil la cobertura de guerras que «de desastres naturales, porque con ellos desaparece toda logística y las infraestructuras básicas de electricidad y de comunicación». Sobre el ejercicio del periodismo en países en conflicto, señaló que a pesar de la existencia de protocolos de seguridad, «los riesgos no son siempre los mismos», por lo que señaló que es importante «saber improvisar» y también, «conocer previamente el país», por lo que aconsejó a los interesados en desarrollar este tipo de información, «visitar estos lugares antes como turista que como periodista». El conocimiento del terreno es básico para informar mejor.
Asimismo, señaló la conveniencia de partir a estas misiones con el mínimo equipaje, «no llamar la atención, procurar pasar inadvertido» y no hacer ostentación de riqueza ni de medios, para evitar robos y ataques, al tiempo que constató que «hay exclusivas que se consiguen a base de dinero» en estos lugares y que son los grandes medios y agencias, estadounidenses y japoneses, quienes parten con ventaja. En su caso, el motor de su vocación fue la «curiosidad» y la convicción «de que tenía que esforzarme más que el resto» para conseguir la información.
Frau Rovira advierte de que el día a día de la guerra «es muy diferente de los Rambos que se ven en el cine, muy seguros de cada uno de sus pasos. Lo que se percibe, en cambio, es miedo y muchos nervios, el disparo en ráfagas», desde posiciones con el menor riesgo posible, que chocan con la guerra total de las bombas inteligentes lanzadas por aviones desde gran altura, «que oyes pero no ves». Por esta realidad de miedo y nervios, «hay que procurar ser amable con todo el mundo y no sacar genio ni enfadarse» con nadie, porque puede suponer la diferencia para un periodista entre la vida y la muerte.
En diciembre de 2014, Frau Rovira relató en el CESAG su experiencia del tsunami de 2004.